Llevaba un bolso de piel de leopardo colgándole del hombro, el pelo alborotado sujeto por una boina militar calzada hasta la mitad de la frente. Tenía grandes ojos marrones en un rostro de rasgos despejados; el mismo tono marrón que el largo abrigo agitado por el viento de la esquina.
La primera vez que se miraron apenas duró un instante. La segunda vez en cambio pareció durar eternidades. Finalmente ambos sonrieron turbados, y ella entornó los párpados antes de girar la cabeza hacia la parada del autobus. Fascinada? Feliz?
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