Dos de las ninas asomaron la cabeza desde la cornisa en lo alto del patio y, armadas de cuerdas y botas de alpinismo, comenzaron enseguida a bajar la pared.
Yo levanté los ojos y las observé progresar hacia atrás en su lento, cauteloso descenso. "Se mueven como cangrejos", pensé divertida.
- No temas, dijo entonces una de ellas en mi dirección. Venimos en tu rescate.
La otra aseguraba en ese momento la cuerda con una clavija en el cemento, preparándose para descender otro tramo. La destreza de sus movimientos revelaba una larga práctica.
Yo las miraba entretanto desde abajo, llorando y gimiendo excitada.
Yo levanté los ojos y las observé progresar hacia atrás en su lento, cauteloso descenso. "Se mueven como cangrejos", pensé divertida.
- No temas, dijo entonces una de ellas en mi dirección. Venimos en tu rescate.
La otra aseguraba en ese momento la cuerda con una clavija en el cemento, preparándose para descender otro tramo. La destreza de sus movimientos revelaba una larga práctica.
Yo las miraba entretanto desde abajo, llorando y gimiendo excitada.
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