En mi caso la libertad es de orientación apolínea. Lo que quiero decir con ésto es que estoy ocupada en la producción de formas bien proporcionadas y armónicas, capaces de transportar valores definidos, unificantes.
Quiero edificar, civilizar, hacer cultura, ves?
En este sentido el ideal que me motiva posee una tendencia clasicista/racional. En lo cual me parece ver un primer atisbo de conflicto.
En efecto, mi experiencia inmediata del mundo muestra con suficiencia que no sólo no hay ningún norte que preexista a mi acción, sino además – y ésto es mucho más gravitante – que la proporción y la armonía sólo son vitalizadoras cuando sorprenden a la razón, llegándole desde afuera, por decirlo así.
Dicho con otras palabras, tanto el Orden como el Caos pertenecen a la naturaleza de las cosas. Tarde o temprano la razón se topa con ellos - a pesar suyo - durante sus exploraciones de estas últimas.
A pesar suyo. Èsto es importante. Muestra que su fuerza es menor. Infiltrando los dominios de la razón, aunque sólo sea en ocasiones, el Orden y el Caos la subvierten y la ensanchan.
Lo cual es suficiente para cancelar la ilusión de su libertad.
Pero lo que ocurre de esta manera no es sólo la dificultad, la incertidumbre, la duda o el error, sino también el acierto y el deslumbramiento.
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