- Finalmente he dado con la solución, dijo Kimiko. Es bien fácil.
- Calla ahora, respondió Slothrop. No quiero saberla.
Kimiko comenzó entonces a sentirse otra vez varada, inmóvil. Y todo fue tensión durante los días que siguieron a ése, hasta el de su partida.
Una semana después ella recibió sin embargo una postal de Frankfurt.
Era bonita.
Las palabras escritas en el reverso generaban su propio campo de fuerza. Literalmente, el sentido era visible entre las palabras sobre esa superficie. Las palabras más corrientes convocando las cosas más normales.
Las hileras de sillas vacías en el aeropuerto, por ejemplo. O esa muchacha de la limpieza hablando por teléfono a escondidas entre avión y avión.
Un libro olvidado sobre el inodoro en la cola del aparato. O el malecón a lo largo del río donde los dos solían pasear después de almuerzo.
- Calla ahora, respondió Slothrop. No quiero saberla.
Kimiko comenzó entonces a sentirse otra vez varada, inmóvil. Y todo fue tensión durante los días que siguieron a ése, hasta el de su partida.
Una semana después ella recibió sin embargo una postal de Frankfurt.
Era bonita.
Las palabras escritas en el reverso generaban su propio campo de fuerza. Literalmente, el sentido era visible entre las palabras sobre esa superficie. Las palabras más corrientes convocando las cosas más normales.
Las hileras de sillas vacías en el aeropuerto, por ejemplo. O esa muchacha de la limpieza hablando por teléfono a escondidas entre avión y avión.
Un libro olvidado sobre el inodoro en la cola del aparato. O el malecón a lo largo del río donde los dos solían pasear después de almuerzo.
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